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jueves, 22 de mayo de 2014

El Pastor de Hermas

[78] I. Después de haber escrito los mandamientos y parábolas del pastor, el ángel del arrepentimiento vino a mí y me dijo: «Deseo mostrarte todas las cosas que el Espíritu Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te mostró. Porque este Espíritu es el Hijo de Dios. Porque cuando tú eras más débil en la carne, no te fue declarado a través de un ángel; pero cuando fuiste capacitado por el Espíritu, y te hiciste fuerte en tu fortaleza de modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue manifestada de modo claro, a través de la Iglesia, la edificación de la torre. En forma justa y apropiada has visto todas las cosas, (instruido) como si fuera por una virgen; pero ahora ves (siendo instruido) por un ángel, aunque es por el mismo Espíritu; pese a ello, has de aprenderlo todo con más exactitud de mí. Porque para esto también fui designado por el ángel glorioso para permanecer en tu casa, para que pudieras ver todas las cosas con poder, sin sentirte aterrado en nada, no como antes.» Y él me llevó a Arcadia, a cierta montaña redondeada, y me puso en la cumbre de la montaña, y me mostró una gran llanura, y alrededor de la llanura doce montañas, las cuales tenían cada una un aspecto diferente. La primera era negra como hollín; la segunda, desnuda, sin vegetación; la tercera, llena de espinos y zarzas; la cuarta tenía la vegetación medio mustia, la parte superior de la hierba era verde, pero la parte cercana a las raíces, seca, y parte de la hierba se había marchitado, siempre que el sol la había quemado; la quinta montaña tenía hierba verde y era áspera; la sexta montaña estaba llena de barrancos por todas partes, algunos pequeños y otros grandes, y en las hendiduras había vegetación, pero la hierba no era muy lozana, sino más bien marchita; la séptima montaña tenía vegetación sonriente, y toda la montaña estaba en condición próspera, y había ganado y aves de todas clases que se alimentaban en esta montaña; y cuanto más ganado y aves alimentaba, más florecía la hierba de esta montaña. La octava montaña estaba llena de fuentes, y toda clase de criaturas del Señor bebían en las fuentes de esta montaña. La novena montaña no tenía agua alguna y era por completo un desierto; y tenía fieras y reptiles mortíferos, que destruían a la humanidad. La décima montaña tenía árboles muy grandes y mucha umbría, y bajo la sombra había ovejas echadas y paciendo y reposando. La montaña undécima tenía una gran espesura de bosques por todas partes, y los árboles de la misma eran muy productivos, cubiertos de varias clases de frutos, de modo que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La duodécima montaña era del todo blanca y su aspecto era alegre; y la montaña era en extremo hermosa de por si.

Más: 
http://escrituras.tripod.com/Textos/Hermas.htm




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